miércoles, 22 de septiembre de 2010

Sobre dinosaurios y hombres

Por: Manuel Burga

Es público en San Marcos, gracias a youtube, que el médico Pedro Wong, decano de la Facultad de San Fernando, en una ceremonia del Centro de Estudiantes, al tratar de justificar el sacrificio de perros en sus experimentos, lo cual ya es políticamente incorrecto, afirmó –con la seriedad académica del caso– que esto ha ocurrido siempre en la historia: los grandes al servicio de los chicos. Entonces sentenció, así como “…los dinosaurios se comían a los seres humanos ¡y nadie decía nada! (http://www.youtube.com/wath?v=DNJqAANeFUs)”
Esta es una inexactitud gigantesca sobre una historia que fascina actualmente a los niños. Ahora sabemos, sin ser paleontólogos, ni antropólogos físicos, que los dinosaurios vivieron 140 millones de años en la era secundaria y que hubo que esperar unos 60 millones más, cuando estos gigantes ya era fósiles, para que el hombre apareciera sobre la tierra, no hace más de un millón de años, en el cuaternario, al final de un proceso evolutivo denominado “hominización”, que encierra el secreto del paso del homo faber al homo sapiens.
Esta historia, gracias al cine, la TV y los libros para niños, ahora es parte de la cultura general de un niño de primaria en la actualidad, que difícilmente cometería un error semejante. Esto, en palabras de un decano de una Facultad de Medicina, nos muestra dramáticamente la crisis que afecta a la educación superior en nuestro país. No creo que Honorio Delgado, Alberto Hurtado, ni Carlos Monge, hubieran podido expresar una afirmación tan desafortunada. Por un error de esta magnitud, además, en una buena universidad latinoamericana, una autoridad perdería su cargo y hasta su condición de docente. Pero me dicen que esto, ahora en San Marcos, no es nada raro, ya que el mismo rector Izquierdo, oftalmólogo de profesión, preguntaba, entre asombrado y curioso, quién era ese Saramago que había escrito, ¿quizá para oftalmólogos?, ese Ensayo sobre la ceguera.
Ambos casos me parecen representativos de este derrumbe de la calidad en la educación superior peruana, que hace urgente y necesario volver al debate sobre la importancia de un auténtico programa de Estudios Generales en nuestras universidades, tema que esta semana se discutirá en un simposio en la PUCP. Algunas lo conservan, tanto en Letras como en Ciencias, como un salvoconducto para seguir una carrera profesional, otras –como en muchas facultades de San Marcos– simplemente lo han desaparecido y eso se debe analizar.
Esta preocupación me llevó de nuevo al libro de José Ortega y Gasset, La misión de la universidad, de 1930, donde el filósofo español, clamando por una reforma de la universidad, sostiene –con excelentes argumentos– que la universidad no solo debe formar profesionales conocedores de sus especialidades (sabios), ni solamente investigadores (para lo cual muy pocos están dotados), sino que debe formar prioritariamente profesionales sabios y cultos, que conozcan los secretos de sus profesiones y sepan en qué mundo, sociedad y época viven.
Aconseja que los Estudios Generales deberían acercar a las humanidades y también a las ciencias. Por eso precisaba: “Esto significa que es forzoso vivir a la altura de los tiempos y muy especialmente a la altura de las ideas del tiempo”. Ortega sostenía que es la llamada cultura general lo que da un sentido a nuestras vidas y que podría acabar con el aparente caos en el cual vivimos. No es necesario conocer la historia como un historiador, ni la física como un físico, pero sí tener una idea organizada del proceso histórico y del paradigma científico que nos rodea. Esta es una forma de liberar a nuestros universitarios, convertirlos en hombres autónomos y soberanos, lo que tanto reclamaba Michel Foucault como una educación verdadera.

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