miércoles, 11 de junio de 2014

Universidades combi

Por Raúl Wiener
 
Se discute en el Congreso una nueva ley universitaria que ha provocado fuertes enfrentamientos, con la peculiaridad de que esta vez ya no son sólo estudiantes contra el gobierno, sino que ahora hay empresarios de copete entre los que protestan y ponen avisos en los diarios contra la nueva reforma hablando de la autonomía que sus antepasados detestaban.
Alguien me dijo que con las universidades pasaba como con las combis, que se han entrecruzado tantos intereses que no hay forma de desenredarlos, y el asunto toca a tanta gente que es seguro que cualquier intento de mejorar las cosas termine en una tremenda pelea que al final parezca que mejor hubiese sido dejar las cosas como estaban. Al general y congresista, Daniel Mora, estas ideas deben haberle pasado varias veces por la cabeza.
Su iniciativa de actuar sobre la actual realidad de la universidad peruana, al margen de las poderosas resistencias que hoy existen, responde claramente a algunos hechos sobre los cuales no se puede dudar:
(a) la mayoría de universidades estatales han sido tomadas por camarillas corruptas que han adulterado el sistema de renovación de autoridades para perpetuarse y sobornado a parte de las representaciones profesorales y estudiantiles, para poder mantener el control académico, administrativo y presupuestal, imponiendo una mediocrización de la calidad de la enseñanza que corresponde al sistema de compadrazgo con el que gobiernan, y tratan como puedan de mantener sin variantes el estatus quo que los favorece en nombre de la autonomía.
(b) en las universidades privadas más antiguas también se han creado sistemas de reproducción en el poder de otro tipo de camarillas, quizás menos mediocrizadas que las estatales, pero que también no parecen estar interesadas en ninguna renovación, ni control, sobre el manejo que realizan de los recursos que llegan a sus manos de las pensiones de los estudiantes y otros ingresos, y que también invocan la autonomía para seguir como están.
(c) finalmente, han proliferado las “universidades de lucro”, concepto que fue creado por Fujimori en el marco de las liberalizaciones y que no son más que inversiones privadas en educación superior de alto rendimiento, dentro de las cuales pueden haber “universidades en serio”, que responden a empresas que ofrecen productos de relativa calidad bajo su control y que están asociadas al desarrollo de determinadas actividades económicas; y “universidades de garaje” (o de medio pelo, como diría Humala), que ofrecen un título sin garantías, porque no tienen las condiciones para producir algo mejor, y que en muchos casos están deviniendo en una vulgar estafa para los estudiantes, los padres de familia y el país que espera que su clase profesional sea respetable; y en ambos casos sus promotores también se escudan en la autonomía.
 

La nueva reforma

En realidad el viejo concepto de libertad para enseñar, investigar, discutir, que estaba detrás de la bandera de la autonomía que viene desde el “Grito de Córdoba” de 1918, nunca negó que el Estado tuviera la responsabilidad de definir una política universitaria general y de establecer los requisitos para obtener títulos a nombre de la nación en diversas profesiones y los postgrados que correspondan. No pueden ser los rectores entornillados y sus allegados, o los promotores privados los que decidan los estándares de formación de los profesionales nacionales. Pero así está ocurriendo.
 
Mora tiene razón en decir que debe haber un ente distinto a la Asamblea Nacional de Rectores, que es la expresión de todos los defectos que acabamos de señalar, que supervise la calidad de la enseñanza y los términos de acreditación del que gozan las universidades. El general proponía un sistema mixto Estado-Universidades para regular el proceso, lo que desde distintos lugares fue calificado como una intromisión autoritaria que arrasaba con la autonomía. De pronto se armó el más inesperado frente de rectores repudiados por corruptos, como el de San Marcos, con muchos de los estudiantes y profesores que aspiran a derrocar estas autoridades pero que temen la entrada de un Estado autoritario en los claustros, con el añadido al lado derecho de la CONFIEP, el grupo El Comercio y las universidades confesionales.
A este bloque, sin embargo, le ha contestado el gobierno y su punta de lanza, el MEF, proponiendo un nuevo proyecto de ley donde la Superintendencia de Mora pasa a ser un ente meramente estatal que tendría poderes sobre la vida de las universidades. La conversión de un órganos de diálogo y consensos en una estructura vertical que acalle las resistencias. La situación que empieza a configurarse evoca en cierta forma lo que pasó con la ley universitaria que dictó el gobierno de Velasco en 1969, que tenía ideas modernizadoras y hasta progresistas, pero terminó revestida de tono autoritario y el gobierno quiso sacarla adelante por la fuerza con lo que se ganó la eterna enemistad del movimiento universitario.
Hoy el escenario se ha complejizado porque los intereses privados han aumentado su peso específico como nunca antes se hubiera supuesto. Muchas veces sorprende que las federaciones universitarias estén hablando de la libertad académica, el desarrollo crítico de la universidad y el cogobierno, para oponerse a la ley Mora, y los empresarios estén refiriéndose a todo lo contrario: el control curricular por los inversores, la despolitización y el verticalismo de gobierno para también enfrentarse a los trabajado en la Comisión de Educación del Congreso. Se puede entender, por esto, la comparación con el tallarín de las rutas de transporte de Lima, donde cada quién jala para su lado.
¿Quién podrá hacer racional la reforma de la Universidad Peruana y construirla sin atropellar a nadie, pero sin concesiones a los intereses menudos y deleznables que ahora se han mezclado en la batalla? Porque si alguien quiere que se le confirme lo grave que es la situación que simplemente vea lo que pasó con la Universidad Garcilaso de la Vega, la del rector de los 2 millones de soles mensuales y media familia empleada en el mismo lugar, al que la ANR trató de intervenir en plan de revisión de cuentas y que echó a patadas a los delegados de la institución que se suponía estaba defendiendo contra la propuesta de Mora. No hay duda que Cervantes, Chang, Cotillo y muchos otros se han vuelto un símbolo des universidades combi, que de alguna manera habrá que reformar.
Publicado en Hildebrandt en sus Trece

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