domingo, 15 de mayo de 2016

Indispensable (e irrenunciable), por Jaime Saavedra

Jaime Saavedra Chanduví
En una encuesta reciente de Ipsos (nacional; urbano y rural), el 84% de los peruanos está de acuerdo con que el Estado establezca y fiscalice estándares básicos de calidad que toda universidad debe cumplir. ¿Por qué esa opinión tan mayoritaria? Porque hay ya una conciencia de que la manera como hemos organizado nuestro sistema universitario ha sido desastrosa y tiene que cambiar.
La universidad es motor de desarrollo y prosperidad. Toda universidad debe interiorizar que su rol va más allá de formar profesionales. Forma también ciudadanos responsables de construir su futuro y el futuro del país. Establece también comunidades académicas que mueven la frontera del conocimiento y avanzan en la solución de nuestros problemas de desarrollo. Como país, cometimos el error de descuidar ese rol de la universidad. 
En 1996, con el Decreto Legislativo 882 se dio inicio a una desenfrenada (y hasta caótica) expansión de universidades privadas sin fines de lucro (asociativas) y con fines de lucro; cubrieron una demanda desatendida, dado el repliegue de las universidades públicas en el marco de severas restricciones fiscales. Se crearon o expandieron excelentes universidades privadas. Pero también universidades privadas baratas de dudosa calidad.
Si bien, como argumentan algunos, esto ha permitido que peruanos de pocos recursos puedan acceder a una universidad, al mismo tiempo se ha generado una gran inequidad en el acceso a educación de calidad. Quien tiene dinero para pagar una buena universidad, tiene mayores chances de acceder a una buena educación (inequidad parcialmente compensada por los programas de becas con que ahora cuenta el país). 
¿Quizá esas universidades baratas son una buena inversión? No necesariamente. Muchas universidades privadas, principalmente aquellas con fines de lucro, no son selectivas, y aceptan postulantes sin mayor filtro. Tomemos como ejemplo la carrera de Administración de Empresas y veamos cuánto ganan sus egresados en los primeros cinco años. Los egresados de las tres universidades privadas con fines de lucro más grandes (con un costo para la familia) ganan en promedio 2.000 soles mensuales, los de las tres universidades públicas más grandes (con un costo para la familia cercano a cero) ganan 2.200 soles. Y los de las tres universidades asociativas privadas más grandes (que usualmente tienen pensiones más altas) ganan 3.300 soles. 
Claramente, estamos en un sistema en el que     –en general– ir a una universidad pública gratuita resulta un mejor negocio que pagar por una universidad con fines de lucro (notar que es común –a nivel internacional– que estas universidades tengan menos profesores de planta). Tenemos un sistema en el que quien tiene más recursos puede ir a las mejores universidades, y el que no tiene, puede quedarse atrás.
Información laboral como la mencionada ya está disponible (www.ponteencarrera.pe) y es muy útil para que los jóvenes puedan tomar mejores decisiones. Pero eso no es suficiente. Hay múltiples razones por las cuales muchos países ven la necesidad de regular y asegurar que toda la oferta sea de calidad aceptable. Aquí menciono dos. Una primera razón es que la información es asimétrica e imperfecta. La universidad sabe lo que ofrece, pero el joven rara vez tiene toda la información sobre la calidad de lo que adquiere. La calidad de una universidad es difícil de observar, una parte se ve en la experiencia que se vive a lo largo de los años. Pero la calidad real se ve en el futuro, cuando los egresados buscan trabajo. Una decisión mal tomada implica cinco años de sus vidas que nunca se recuperan.
La segunda razón es lo que los microeconomistas llaman racionalidad acotada. Aun con información perfecta, nos equivocamos. Preferimos el presente al futuro. Y la información que se recibe a veces se procesa para confirmar lo que se quiere escuchar.  Las universidades pueden crear una imagen de que se vive una experiencia rica y que seduce al joven (el márketing no siempre es sinónimo de información de calidad). Algunas han creado el estereotipo de que son el camino al éxito y los estereotipos son difíciles de cambiar.
La visión de que el sistema universitario es un mercado que opera como cualquier otro es incorrecta. El mercado de restaurantes puede autorregularse eficientemente. Vas a un restaurante, y si es malo, no vuelves a ir; y, eventualmente, el restaurante cierra. Esto no tiene mayores costos sociales. Pero en educación queremos inversiones de largo plazo que provean una educación de buena calidad. No queremos universidades que abran y cierren, retirar del mercado a un mal servicio educativo tiene un costo social muy alto. Al mismo tiempo, tampoco queremos jóvenes que pierdan años valiosos de su vida.
Tenemos entonces una gran tarea. Dado que el Perú ha optado por permitir y facilitar la inversión privada en educación superior –incluyendo, a diferencia de muchos otros países, la inversión con fines de lucro– se requiere mantener y fortalecer los mecanismos de supervisión y monitoreo, respetando escrupulosamente la autonomía universitaria, para que donde exista oferta privada, esta sea de buena y –ojalá– de excelente calidad.
Fuente: El Comercio

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