martes, 12 de diciembre de 2017

La corrupción en Latinoamérica y su impacto en la seguridad

Por César Ortiz Anderson 
Presidente de Aprosec - Especialista en Seguridad Ciudadana
Casi todos los países de la región están sufriendo una crisis respecto de los escándalos de corrupción en las más altas autoridades de Gobierno, que involucra presidentes, ministros y autoridades de las más altas esferas latinoamericanas, ya no se puede ocultar mas esta crisis en ninguno de nuestros países, mas no obstante el número de condenados por corrupción en América Latina es muy bajo respecto de los innumerables delitos cometidos en la región.
La corrupción no está asociada directamente con el delito común, sino más bien con el crimen organizado como en el caso de Odebrecht o  las mafias que generalmente tienen como representante icono en la región al narcotráfico, es por esta razón que es utópico pensar que la inseguridad se va a resolver en América Latina si antes no rompemos con la corrupción y la impunidad.
Las mafias históricamente necesitan a los gobiernos e instituciones, para corromperlas, siempre desde la Cosa Nostra, las mafias de Chicago y hasta nuestros días, en este escenario como se va a poder combatir el delito, si los gobiernos Latinoamericanos no resuelven el problema de la corrupción.
Es importante también connotar que la mafia y la corrupción asociada a ella, destruye los conceptos de los valores positivos en el tejido social, ya que usan valores positivos como la lealtad, el honor y la familia, trastocando su sentido positivo y volviéndolos como elementos de su propia protección y de sus allegados, esto nos lleva a que lamentablemente la sociedad pase a una cultura de falta de legalidad, y es por esa razón que las mafias y el crimen organizado que corrompe a los Gobiernos y sus funcionarios, terminan incrementando el delito común, alterando los valores incluso de los ciudadanos, en una aceptación de la corrupción y el delito, como parte sus propias realidades, y esto puede ser apreciado en el lenguaje y pensamiento de los propios ciudadanos en que aceptan la corrupción y la justifican con expresiones como “roba pero hace obras”, “pero si todos son corruptos”, y otras frases que ya están instaladas en el colectivo social de los países latinoamericanos. Generando una cultura de ilegabilidad y de desesperanza aprendida por décadas.
Esta situación deslegitimiza a los políticos, y también a las políticas públicas, por ende no es posible hacer grandes cambios y sostenibles sin combatir ferozmente el flagelo de la corrupción.
Ya acostumbrados a las grandes promesas y a la baja efectividad en la lucha contra la corrupción la pregunta es cuales son los factores claves para realmente hacer un trabajo serio en este tema:
Lo primero es un liderazgo claro al más alto nivel tanto en los gobiernos centrales como subnacionales, recordemos que la lucha contra la corrupción tiene altísimos costos personales, incluso contra su integridad personal, pues esto hace que necesitamos líderes sin pasados obscuros y con la convicción de que se debe hacer lo correcto,
Se necesitan hacer reformas profundas de las instituciones clave como la policía, los ministerios públicos, los sistemas de justicia, las contralorías, tarea de altos costos políticos y sociales, pero son estas instituciones las que sino son cambiadas profundamente no permitirían la sostenibilidad de las reformas emprendidas que inevitablemente pasan por la depuración de altos porcentajes de funcionarios que ya se encuentran inmersos en las prácticas de corrupción.
En tercer lugar viene la institucionalidad, y no prioridad sino que requiere de las acciones anteriores, esta última tiene una relación directa con la disminución de la corrupción, es decir a mas institucionalidad menos corrupción.
Como cuarto punto es la reconstrucción del tejido social, de la confianza, de la cultura ciudadana, es una tarea también de largo plazo que pasa desde los sistemas educativos, la mejora de los canales de acceso al ciudadano a la información y control, la ruptura de la impunidad, la transparencia requiere de sanciones y castigos a los infractores, hay que revisar los marcos jurídicos.
A todas luces es una tarea excepcional, un proceso que trasciende periodos electorales, en realidad se trata de un pacto social, hasta hoy el pacto social es con las mafias y con el crimen organizado.
No es casualidad la relación entre corrupción y falta de seguridad, no debemos olvidarnos que la impunidad es un cáncer que corroe la legitimidad y la confianza.

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